lunes, 3 de febrero de 2014

Artículo 123 Constitucional.

Artículo 123 Constitucional.
Del texto original de 1917

TITULO SEXTO.

DEL TRABAJO Y DE LA PREVISION SOCIAL.
 Art. 123.-


El Congreso de la Unión y las Legislaturas de los Estados deberán expedir leyes sobre el trabajo,
fundadas en las necesidades de cada región, sin contravenir a las bases siguientes, las cuales regirán el trabajo de los obreros, jornaleros, empleados, domésticos y artesanos, y de una manera general todo contrato de trabajo:

I. La duración máxima de la jornada será de ocho horas.

continua en
http://www.juridicas.unam.mx/infjur/leg/conshist/pdf/1917.pdf



 

jueves, 19 de septiembre de 2013

Resumen "Las décadas de la crisis" de E. Hobsbawm

El Fin de la Edad de Oro : keynesianos vs los neoliberales.Historia del Siglo XX. 

El Fin de la Edad de Oro : keynesianos vs los neoliberales
Historia del Siglo XX. Décadas de Crisis
Eric Hobsbawm
La historia de los veinte años que siguieron a 1973 es la historia de un mundo que perdió su rumbo y se deslizó hacia la instabilidad y la crisis. Sin embargo, hasta la década de los ochenta no se vio con claridad hasta qué punto estaban minados los cimientos de la edad de oro. Hasta que una parte del mundo-la Unión Soviética y la Europa oriental del ”socialismo real”-se colapsó por completo, no se percibió la naturaleza mundial de la crisis ni se admitió su existencia. Durante muchos años los problemas económicos siguieron siendo “recesiones”.
Hubo que esperar a principios de los años noventa para que se admitiera, como por ejemplo en Filadelfia-que los problemas económicos del momento eran peores que de los años treinta.
La comparación de los problemas económicos de las décadas que van de los años setenta a los noventa con los de los períodos de entreguerras es incorrecta, aun cuando el temor de otra Gran Depresión fuese constante en todos esos años.
Las “décadas de crisis”, que siguieron a 1973 no fueron una “Gran Depresión, a la manera de 1930 porque la Economía Global no quebró, ni siquiera momentáneamente, aunque la edad de oro finalizase en 1973-1975.
En el mundo capitalista avanzado continuó el desarrollo económico, aunque a un ritmo más lento que en la edad de oro, a excepción de algunos de los “países de industrialización reciente” (fundamentalmente asiáticos), cuya revolución industrial había empezado en la década de los sesenta. El crecimiento del PIB colectivo de las economías avanzadas apenas fue interrumpido por períodos cortos de estancamiento en los años de recesión de 1973-1975 y de 1981-1983.
El comercio internacional de productos manufacturados, motor de crecimiento mundial, continuó, e incluso se aceleró, en los prósperos años ochenta a un nivel comparable a la edad de oro. A fines del siglo XX los países del mundo capitalista desarrollado eran, en conjunto, más ricos y productivos que a principio de los setenta y la economía mundial de la que seguían siendo el núcleo central era mucho más dinámica.
En África, Asia occidental y América Latina, el crecimiento del PIB se estancó La mayor parte de la gente perdió su poder adquisitivo y la producción cayó en gran parte de la década de los ochenta.
En la antigua zona del “socialismo real” de Occidente las economías que habían experimentado un modesto crecimiento en los ochenta, se hundieron por completo después de 1989. En este caso resulta totalmente apropiada la comparación de la crisis posterior a 1989 con la Gran Depresión y, todavía queda por debajo de lo que fue el hundimiento de principios de los noventa.
No sucedió lo mismo en Oriente. Nada resulta más sorprendente que el contraste entre la desintegración de las economías de la zona soviética y el crecimiento espectacular de la economía china en el mismo período. En este país y en gran parte de los países del sureste y del este asiáticos, que en los setenta se convirtieron en la región más dinámica de la economía mundial.
Sin embargo, si la economía mundial capitalista prosperaba, no lo hacía sin problemas. La pobreza, el paro, la miseria y la inestabilidad reaparecieron tras 1973. En la Europa Occidental el desempleo creció de un promedio de 1,5% en lo sesenta hasta 4,2% en los setenta y en el momento culminante de la expansión en los ochenta era d 9,2% en la Comunidad Europea y de un 11% en 1993.
A diferencia de la edad de oro, la población trabajadora potencial no aumentaba con la afluencia de los hijos de la posguerra, y la gente joven-tanto en épocas buenas como malas- solía tener un mayor índice de desempleo que los trabajadores de más edad. Se podía haber esperado que el desempleo permanente disminuyese.
Por lo que se refiere a la pobreza y a la miseria, en los años ochenta incluso muchos de los países ricos y desarrollados tuvieron que acostumbrarse de nuevo a la visión cotidiana de mendigos en las calles, así como a las personas sin techo, acurrucados en los portales al abrigo de las cajas de cartón- en una noche cualquiera, en la ciudad de Nueva Cork, 23.000 hombres y mujeres durmieron en la calle o en los albergues públicos.
La reaparición de los pobres sin hogar formaba parte del gran crecimiento de las desigualdades sociales y económicas de la nueva era.
En las menos igualitarias (Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Suiza), el 20% de los hogares del sector más rico de la población disfrutaban de una renta media entre ocho y diez veces superior a la del 20% de los hogares del sector más bajo y el 10% de la cúspide se apropiaba normalmente del 20 al 25% de la renta total del país.
Este ejemplo no es nada comparable con lo que ocurría en Guatemala, México, Sri Lanka y Botswana donde obtenía cerca del 40% y de Brasil, el máximo candidato al campeonato de la desigualdad económica, junto a Nepal y Turquía, Jamaica y Honduras.
En la década de crisis la desigualdad creció inexorablemente en los países de las “economías desarrolladas de mercado”, en especial desde el momento que el aumento casi automático de los ingresos reales al que estaban acostumbradas las clases trabajadoras en la edad de oro llegó a su fin.
A principio de los noventa empezó a difundirse un clima de inseguridad y de resentimiento, inclusive en muchos de los países ricos. Esto contribuyó a la ruptura de sus pautas políticas tradicionales. En 1990 y1993 no se intentaba negar que, incluso el mundo capitalista desarrollado estuviera en depresión. Nadie sabía qué hacer con ella, salvo esperar que pasase.
El hecho central de las décadas de crisis es que sus operaciones estaban fuera de control. Nadie sabía cómo enfrentarse a las fluctuaciones de la economía mundial, ni poseía instrumentos para accionar sobre las mismas.
La herramienta principal que se había empleado para hacer esa función de la edad de oro, la acción política coordinada nacional o internacional, ya no funcionaba. Las décadas de crisis fueron la época en que el estado nacional perdió sus poderes económicos.
La historia de la década de los setenta fue la de unos gobiernos que compraban tiempo y en el caso de los países de tercer mundo y de los estados socialistas, a costa de sobrecargarse con lo que esperaban que fuese una deuda a corto plazo, aplicaban las viejas recetas de la economía keynesiana, y fue en este período que en la mayoría de los países capitalistas se supuso que los problemas iban a ser temporales creyendo que en un uno o dos años podrían recuperar la prosperidad y el crecimiento, tal es el ejemplo de Gran Bretaña-1974- y de Estados Unidos-1976-, con gobiernos socialdemócratas que no estaban dispuestos a abandonar la edad de oro.

En los años setenta y ochenta Suecia, mantuvo el pleno empleo con bastante éxito gracias a los subsidios industriales, creando puestos de trabajo estatales y públicos.
Sin embargo el modelo sueco fue minado por la mundialización de la economía que había comenzado a partir de los setenta. A principios de los ochenta, un país tan rico como Francia, encontraba imposible impulsar su economía unilateralmente y a los dos años de la elección de Mitterrand, Francia tuvo que afrontar una crisis en la balanza de pagos, que la llevó a devaluar su moneda y a sustituir el estímulo keynesiano de la demanda por la “austeridad con rostro humano”.
Los neoliberales tuvieron pocos problemas para atacar las rigideces, ineficiencias y despilfarros económicos que a veces conllevaban las políticas de la edad de oro, cuando éstas ya no pudieron mantenerse a flote gracias a la creciente marea de prosperidad, empleo e ingresos gubernamentales. Había amplio margen para aplicar el limpiador neoliberal y desincrustar el casco del buque de la “economía mixta”.
Sin embargo la simple fe que la empresa era buena y el gobierno malo, como dijera Reagan:”el gobierno no es la solución, es el problema”, no constituía una política económica alternativa (en Estados Unidos el gasto del gobierno central reaganiano representaba casi un cuarto del PNB, y en los países desarrollados de la Europa comunitaria el 40%)
La mayoría de los gobiernos neoliberales se vieron obligados a gestionar y a dirigir sus economías, aun cuando se pretendiese que se limitaban a estimular las fuerzas del mercado, tal es así que en el Reino Unido el gobierno tatcherista terminó gravando a sus ciudadanos con una carga impositiva considerablemente mayor que, la que habían soportado durante el gobierno laborista y, tanto Reagan como Tatcher resultaron ser profunda y visceralmente nacionalistas y desconfiados ante el mundo exterior y Reagan utilizó métodos keynesianos para intentar salir de la depresión de 1979-1982 creando un déficit gigantesco y poniendo en marcha un no menos gigantesco plan armamentístico y, lejos de estar el valor del dólar a merced del mercado y de la ortodoxia monetaria, Estados Unidos volvió después de 1984 a la intervención deliberada a través de la presión diplomática.
El triunfalismo neoliberal no sobrevivió a los reveses de la economía mundial de principios de los noventa y a la economía dinámica y de más rápido crecimiento del planeta, la de China.
Además, el sistema productivo que quedó transformado en la década de los noventa por la revolución tecnológica, se globalizó con consecuencias espectaculares. La tendencia de la industrialización ha sido sustituir la destreza humana por la máquina, dejando a la gente sin trabajo.
Las décadas de crisis empezaron a reducir el empleo en proporciones espectaculares, incluso en las industrias en vías de expansión porque el creciente desempleo de estas décadas no era simplemente cíclico sino estructural.

La tragedia histórica de las décadas de crisis consistió en que la producción prescindía de los seres humanos a una velocidad superior a aquella en que la economía de mercado creaba nuevos puestos de trabajo para ellos. Además este proceso fue acelerado por la competencia mundial, por las dificultades financieras de los gobiernos que, directa o indirectamente eran los mayores contratistas de trabajo, así como después de 1980, por la teología imperante del libre mercado, que presionaba para que se transfiriese el empleo a formas de empresas maximizadoras de beneficio, en especial a las privadas que no tomaban en cuenta otro interés que el suyo, en términos estrictamente pecuniarios, lo que motivó que los gobiernos y entidades públicas dejaron de ser contratistas de trabajo.
El sindicalismo se debilitó y aceleró en consecuencia el proceso, puesto que unas de sus funciones era la protección del empleo. La economía mundial estaba en expansión, pero contradictoriamente esta expansión no generaba empleo para los hombres y las mujeres que accedían al mercado de trabajo sin una formación especializada.
En los países ricos empezaron a constituir una subclase, cada vez más segregada y en los países pobres entraron a formar parte de la amplia y oscura economía “informal” o “paralela”, en la cual hombres y mujeres y niños vivían, nadie sabe cómo, gracias a una combinación de trabajos ocasionales, servicios, chapuzas, compra, venta y hurto.
La combinación de depresión y de una economía reestructurada en bloque para expulsar trabajo humano, creó una sórdida tensión que impregnó la política en época de crisis. Una generación entera se había acostumbrado al pleno empleo y a confiar que pronto iba a hallar un puesto en alguna parte y fue a partir de los ochenta que fue agravándose hasta llegar a la crisis de los noventa en que la gente comenzó a sentir pánico de perder su empleo y su modo de vida.
La creciente cultura del odio que se generó en Estados Unidos después de la década de los ochenta puede explicarse por el desamparo, la soledad y la pérdida a la que fueron sometidas millones de personas.
En la década de crisis las estructuras políticas de los países capitalistas democráticos hasta entonces estables, empezaron a desmoronarse. Y las nuevas fuerzas políticas que mostraron un mayor potencial de crecimiento eran las que combinaban una demagogia populista con fuertes liderazgos personales y la hostilidad hacia los extranjeros.
Desde principios de los años treinta-en otro período de depresión- no se había visto nada semejante al colapso del apoyo electoral que experimentaron, a finales de los ochenta y principios de los noventa, partidos consolidados y con gran experiencia en el gobierno como el Partido Socialista en Francia o el Partido Conservador en Canadá y los partidos gubernamentales italianos. Es que los supervivientes de la era de entreguerras tenían razones para sentirse desilusionados.
Es evidente que en 1970 había empezado a producirse una crisis que comenzó a mirar el ”segundo mundo de las economías de planificación centralizada”, crisis, al principio, que pasó desapercibida pero que luego se hace evidente con la muerte de Mao en China y Brezhnev en Rusia.
El socialismo de planificación centralizada necesitaba a partir de los sesenta reformas urgentes que no se llevaron a cabo y a partir de los setenta se evidenciaron graves síntomas de auténtica recesión.
La entrada masiva de la Unión Soviética en el mercado internacional de cereales y el impacto de las crisis petrolera de los setenta representaron el fin del “campo socialista” como una economía regional autónoma, protegida de los caprichos de la economía mundial.
Finlandia, un país que experimentó uno de los éxitos económicos más espectaculares de la Europa de posguerra, se hundió en una gran depresión debido al derrumbamiento de la economía soviética. Alemania la mayor potencia económica de Europa impuso tremendas restricciones a su economía.
En los años setenta, tanto en el Este como en el Oeste, la defensa del medio ambiente se convirtió en uno de los temas de la campaña política más importantes, bien se tratase de las defensa de las ballenas o de la conservación del lago Baikal en Siberia.
En 1980 economistas de primera línea del régimen, antiguos reformistas como Jaós Kornai, en Hungría publicaron análisis muy negativos sobre el régimen económico socialista, y los implacables sondeos sobre los defectos del sistema social soviético y que fueron conocidos a mediados de los ochenta.
Sin embargo aunque las crisis discurriesen por caminos paralelos en el Este y en el Oeste y estuviesen vinculadas en una sola crisis global dentro de la política como de la economía divergían en otros puntos fundamentales. Para el sistema comunista, al menos en la esfera soviética que era inflexible e inferior, se trataba de una cuestión de vida y muerte, a la que no sobrevivió. En los países capitalistas desarrollados lo que estaba en juego nunca fue la supervivencia del sistema económico y, pese a la erosión de los sistemas políticos tampoco lo estaba la viabilidad de los mismos.
Sólo en un aspecto crucial estaban otros sistemas en peligro, su futura existencia como estados territoriales individuales ya no estaba garantizada.
Pese a todo, a principios de los noventa, ni uno solo de estos estados nación occidentales amenazados por los movimientos secesionistas se había desintegrado.
Es difícil determinar en qué medida la diferencia entre el Este y el Oeste se debía a la mayor riqueza de as sociedades occidentales y al rígido control estatal de las del Este. En algunos aspectos, este y oeste evolucionaron en la misma dirección. En ambos, las familias los matrimonios se rompían con mayor facilidad que en otras pares y la población de los estados se reproducía poco. En ambos, también se debilitó el arraigo de las regiones occidentales tradicionales aunque en la rusa post soviética se estaba produciendo el resurgimiento de las religiones tradicionales.

Los regímenes comunistas dejaban menos espacios para las subculturas, las contraculturas a los submundos de cualquier especie y reprimían las desinencias.
Los cambios que experimentaban procedían del estado o eran una respuesta del estado. Lo que el estado no se propuso cambiar permaneció como estaba antes. La paradoja del comunismo en el poder es que resultó ser conservador.
Es prácticamente imposible hacer generalizaciones sobre la extensa área del tercer mundo (incluyendo aquellas zonas del mismo que estaba ahora en proceso de industrialización)
La única generalización que podía hacerse con seguridad era la de que,desde 1970 casi todos los países de esta categoría se habían endeudado profundamente. En 1990 se los podía clasificar desde los tres gigantes de la deuda internacional(entre 60000 y 110.000.000 de dólares) que eran Brasil, México y Argentina) pasando por los otro 28 que debían más de 10 millones cada uno cada uno hasta los que sólo debían de 1000 o 2000 millones.
En 1970 sólo doce países tenían una deuda superior a los mil millones de dólares y ningún país superaba los diez millones.
Era muy improbable de que ninguna de estas deudas acabara saldándose pero mientras los bancos siguiesen cobrando intereses por ella. A comienzo de los ochenta se produjo un momento de pánico cuando empezando por México, los países latinoamericanos con mayor deuda no pudieron seguir pagando y el sistema bancario occidental estuvo al borde del colapso, pues en 1970cuando los petrodólares fluían sin cesar a la busca de inversores, algunos de los bancos más importantes habían prestado su dinero con tal descuido, que ahora se encontraban técnicamente en quiebra.
Los tres gigantes latinoamericanos de la deuda no se pusieron de acuerdo para pagar conjuntamente, hicieron arreglos separados para renegociar las deudas y, los bancos apoyados por los gobiernos y las agencias internacionales dispusieron de tiempo para amortizar gradualmente activos y pasivos y mantener la solvencia técnica.
Mientras las deudas de los estados pobres aumentaban no lo hacían sus activos reales o potenciales. En las décadas de crisis la economía capitalista mundial, que juzga exclusivamente en función del beneficio real o potencial decidió “cancelar”una gran parte del tercer mundo. De las veintidós “economías de renta baja “, diecinueve no recibieron inversiones extranjeras. La economía transnacional crecientemente integrada no se olvidó totalmente de las zonas proscritas. Las más pequeñas y pintorescas de ellas tenían un potencial como paraísos turísticos y como refugios extraterritoriales-offshore del control gubernamental y del descubrimiento de recursos aprovechables en territorios poco interesantes, por el momento, podrían cambiar su situación. Sin embargo, una gran parte del mundo había quedado descolgada de la economía mundial.
El principal efecto de las décadas en crisis, fue, pues, el de ensanchar la brecha entre los países ricos y los países pobres.
En la medida en que la economía trasnacional consolidaba el dominio mundial iba minando una grande y desde 1945 prácticamente universal institución: el estado nación, puesto que tales estados no podían controlar más que una parte cada menor de asuntos. Organizaciones cuyo campo de acción se circunscribía al ámbito de las fronteras territoriales, como los sindicaos, los parlamentos, y los sistemas nacionales de radiodifusión, perdieron terreno, en la misma medida en que lo ganaban oras organizaciones que no tenían estas limitaciones, como las empresas multinacionales, el mercado monetario internacional y los medios de comunicación global de la era de los satélites.
Las funciones que los estados nación habían desarrollado en el transcurso del siglo, la de redistribuir la renta entre sus poblaciones mediante la transferencia de los servicios educativos, de salud y bienestar, además de otras asignaciones de recursos, no podían mantener ya, dentro de los límites territoriales, en teoría, aunque en la práctica lo hiciese. Desde el apogeo de los teólogos del mercado libre, el estado se vio minado también por la tendencia a desmantelar actividades hasta entonces realizadas por organismos públicos dejándoselas al “mercado”.
Desde los setenta habían empezado los movimientos separatistas y autonomistas en el mundo occidental: Gran Bretaña, España, Canadá, Bélgica e incluso en Suiza y Dinamarca y Yugolasvia.
La crisis del comunismo la extendió por el este donde después de 1991 se formaron más nuevos estados.
Tanto la Europa surgida de los tratados de paz de Versalles como lo que se convirtió la Unión Soviética estaban concebidos como agrupaciones estado-nación. En el caso de la Unión Soviética y de Yugoslavia, que más tarde siguió su ejemplo, eran uniones de este tipo de estados que, en teoría, aunque no en la práctica, mantenían su derecho a la secesión. Cuando estas uniones se rompieron, lo hicieron naturalmente de acuerdo con las líneas de fracturas previamente determinadas.
El nuevo nacionalismo separatista era la combinación de tres fenómenos: el primero era la resistencia de los estados nación existentes a su degradación, como lo que sucedió con Gran Bretaña y Noruega con características políticas muy diferentes como la de tratar de mantener su autonomía regional dentro de la reglamentación global europea en materia de lo que consideraban importantes.
Los italianos tuvieron éxito a la hora de mantener la mayor parte de su mercado automovilístico en sus manos y los franceses con apoyo de otros países europeos resistieron las exigencias de los estadounidenses a favor del libre comercio de películas y productos audiovisuales, no sólo porque se habían saturado sus pantallas con producción americana sino porque había recuperado un monopolio potencialmente mundial similar a la industria de Hollywood.
Sean cuales fueran los argumentos económicos, había cosas en la vida que debían protegerse ¿Acaso algún gobierno podría considerar seriamente la posibilidad de demoler la Catedral de Chartres o el Taj Malal, si pudiera demostrarse que construyendo un hotel de lujo, un centro comercial o un palacio de los congresos en el solar(vendido por supuesto a compradores privados) se podría obtener una mayor contribución al PIB del país que la proporcionaba el turismo existente?
El segundo de los fenómenos citados fue el egoísmo colectivo de la riqueza y refleja las crecientes disparidades económicas entre continentes, países y regiones.
El tercero de de estos fenómenos tal vez corresponda a una respuesta de la revolución cultural de la segunda mitad del siglo XX. . esta exraordinaria disolución de las normas, los tejidos, y valores tradicionales que hizo que muchos habitantes del mindo desarrollado se sintieran huérfanos y desposeídos. El termino comunidad no fue empleado nunca de manera más discriminada y vacía que en las décadas en que las comunidades en sentido sociológico resultaban difíciles de encontrar en la vida real ( la comunidad de las relaciones públicas, la comunidad gay, etc…)
Copiado de 
http://www.presidentesargentinos.com/256/el-fin-de-la-edad-de-oro-keynesianos-vs-los-neoliberales-historia-del-siglo-xx-decadas-de-crisis-eric-hobsbawm/

jueves, 27 de diciembre de 2012

"SISTEMA - MUNDO" La obra de Immanuel Wallerstein


Immanuel Wallerstein, sociologo norteamericano explica el mundo actual en sus libros dedicados al Moderno Sistema Mundial en tres libros en donde explica su tesis principal que aqui exponemos del artículo tomado de la wikipedia  
Su obra más importante, El moderno sistema-mundo (The modern world-system) ha aportado a la ciencia histórica un nuevo modelo teórico-interpretativo. Apareció en tres volúmenes en 1974, 1980 y 1989. En ellos, Wallerstein se basa en tres influencias intelectuales: Karl Marx, el historiador francés Fernand Braudel, la Teoría de la dependencia, en su experiencia práctica obtenida en su trabajo en la África post-colonial y las varias teorías acerca de las naciones en desarrollo. Un aspecto de su trabajo por el cual se merece crédito fue el anticipar la importancia del crecienteConflicto Norte-Sur el cual estaba ya en la cima durante la Guerra Fría. Wallerstein rechazaba la noción de un “Tercer Mundo”, afirmando que había solo un mundo conectado por una compleja red de relaciones de intercambio económico.
Wallerstein localiza el origen del moderno sistema-mundial en el noroeste de Europa del siglo XVI. Una pequeña ventaja en la acumulación de capital en Gran Bretaña y Francia, debido a circunstancias políticas específicas al final del periodo del feudalismo, pusieron en movimiento un proceso gradual de expansión, dando como resultado: la red mundial, o sistema de intercambio económico que existe en la actualidad. Para Wallertstein, la transición al capitalismo se llevó a cabo durante el "largo" siglo XVI con la previa "crisis" del modo de producción feudal, que englobaba causas climáticas, demográficas, políticas e incluso culturales, lo que obligo a los señores feudales de Inglaterra y del norte de Francia a convertirse en capitalistas. Lo anterior llevó a la conformación de la economía-mundo capitalista que llegó a ocupar América y a convertirla en la periferia del sistema mundial, y consecuentemente desecha la idea de "revolución burguesa" arraigada en el marxismo ortodoxo. En este sentido, Wallerstein se pregunta cuál es el sentido de afirmar que la Revolución francesa fue una "revolución burguesa" si el capitalismo como tal ya estaba consolidado desde hace dos o tres siglos atrás, por lo que, llega a mencionar que la Revolución francesa fue en realidad una "revolución anticapitalista" -con lenguaje antifeudal- y además, fue el acontecimiento en donde la superestructura ideológica se pone por fin al mismo nivel que la estructura económica; es decir: que a partir de tal suceso las ideologías expresan transparentemente los intereses de las clases al interior del sistema-mundo. Pero, en modo alguno, según Wallerstein, representó un cambio estructural profundo. Con esta última idea, Wallerstein ensalza a la Revolución francesa y baja el perfil a la Revolución rusa de 1917.
Un mayor avance ocurrió durante la época del imperialismo, el cual puso en contacto a cada rincón de la tierra con la economía capitalista al estilo europeo.
El sistema-mundial capitalista se encuentra lejos de la homogeneidad en términos culturales, políticos y económicos; está caracterizado por profundas diferencias en el desarrollo cultural, acumulación del poder político y capital. Wallerstein concibe las diferencias en las teorías de la modernización y capitalismo como una división duradera del mundo en el núcleo, semi-periferia y periferia.
En 2011, Immanuel Wallerstein publicará el cuarto tomo del Moderno sistema mundial, cuyo subtítulo es "el triunfo del liberalismo centrista" y cuyo período va desde 1789 hasta 1914. Esta cuarta entrega se encargará de continuar la idea de "geocultura" en tanto que ideología dominante del sistema-mundo capitalista en su conjunto. Ahí se verá cómo surgen las ideologías modernas ante el desafío que representó la "Revolución francesa" con las consecuencias que aquella trajo: 1) el cambio político es normal, y 2) la soberanía reside en el pueblo. Pues bien, las ideologías "modernas" se encargan de ambos problemas en que surgió el conservadurismo, el liberalismo y el radicalismo/socialismo, cada una poniendo distintos énfasis en cuanto a la "velocidad" y "profundidad" de los cambios sociales que deseaban. Y el tomo cuatro tratará de cómo la ideología liberal centrista triunfó por sobre el conservadurismo y el radicalismo/socialismo en orden de asegurar la acumulación de capital a largo plazo, para Gran Bretaña, Francia y los demás capitalistas de la economía-mundo.

martes, 20 de noviembre de 2012

El Concilio Vaticano II la Iglesia durante la Guerra Fría

http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9161294


Los 50 años del Concilio Vaticano II

POSTEANDOBernardo Barranco




Juan XXIII, un papa anciano de cuna campesina fue elegido en 1958 como un pontífice de transición. El también llamado “Papa bueno” convoca sorpresivamente la realización de un concilio ecuménico ante el azoro y oposición de muchos miembros de su propia curia. El Concilio se lleva cabo en cuatro sesiones de 1962 a 1965.
Estamos en la década luminosa de los 60’s, de los milagros económicos europeos que avizoraban un futuro promisorio. En la sesión solemne de inauguración, mediáticamente espectacular, se respiraba una atmósfera de renovación. La Iglesia se abre a dialogar con el mundo moderno secular y laico. De gran impacto en el universo católico, los polvos imperiales de la Iglesia son sacudidos por un nuevo espíritu renovador de apertura hacia una estructura menos jerarquizada; se dio más libertad a la reflexión e innovación teológica.
Las reformas litúrgicas, abandono de la misa en latín, son un signo visible de una Iglesia que se sacude un pasado plagado de petrificación. Si bien el Concilio fue una apertura a la modernidad, especialmente europea, la recepción latinoamericana es de enormes consecuencias.
Los obispos latinoamericanos reunidos en Medellín, Colombia, en 1968, van más allá del Concilio; en medio de las dictaduras militares de la época proclaman justicia social, respeto a derechos humanos y la opción preferencial por los pobres. Esta “tempestad de novedades”, búsqueda y respuestas, ensayo y error no llegó a durar 10 años. Las cúpulas de la Iglesia sienten amenazada la identidad de la Iglesia y disciplina de todo el cuerpo eclesial.
Se inicia lo que el teólogo brasileño Joao Baptista Libanio llamó un periodo de “triangen”, es decir, una fase de separar las experiencias consideradas válidas de aquellas consideras nocivas a su vitalidad. Y se cierra el espacio a las innovaciones. Se prohíben nuevos ensayos para concentrarse en el discernimiento, es la vuelta a la gran disciplina.
Durante el pontificado de Juan Pablo II se regresa a la ortodoxia y a la autoridad del magisterio, a la centralidad en un proceso de encuadramiento. Es el fin del progresismo católico y a toda euforia aperturista. Bajo Juan Pablo II (1979-2005), desde Roma se determinan nuevos equilibrios internos, llamado por el Giancarlo Zízola: restauración.
Esta es la postura del actual Papa Benedicto XVI, quien en entrevista con Victor Messori (“Rapporto sulla fede”, 1985), Ratzinger dice: “si por restauración entendemos la búsqueda de un nuevo equilibrio después de las exageraciones de una apertura indiscriminada al mundo, después de las interpretaciones demasiado positivas de un mundo agnóstico ateo, entonces esta restauración es deseable y, de hecho, ya se está dando”
A 50 años, el Concilio Vaticano II se presenta como un ensayo fallido. La Iglesia se ha vuelto a cerrar y a condenar los valores y los principio de la sociedad moderna contemporánea. Ha politizado la disputa de la moral en la sociedad, debatiendo temas como aborto, homosexualidad, feminismo, nuevas parejas, eutanasia, control natal, laicismo, libertad religiosa, etc. Sin embargo, la Iglesia se ha venido relegando, la caída del número de católicos en Brasil y México son alarmantes. ¿Será necesario hacer otro intento para encontrar una nueva síntesis entre la fe y la cultura?

Desarrollo Estabilizador 3


    ARTICULO DE LA JORNADA 


    Clement Attle, el líder del laborismo británico que ejerció el poder al final de la espantosa segunda guerra mundial, afinó los rasgos fundamentales del Welfare State (Estado benefactor, Estado del bienestar, Estado providencia, son algunas de las traducciones o de las descalificaciones provenientes del capitalismo salvaje, al concepto que, con tanta precisión, nos entrega la lengua inglesa) y, siguiendo el ejemplo de Franklin Delano Roosevelt, de algunos gobiernos escandinavos, de los partidos socialistas, socialdemócratas y algunos de los populares europeos, así como de Mustafa-Kemal Pacha, Ataturk, el modernizador de su país, el creador de un Estado laico que es el único posible en el mundo moderno en el seno de una sociedad partidaria del más brutal de los integrismos y, por lo tanto, feroz enemiga de esa tolerancia definida por Voltaire de la siguiente y magistral manera: "estoy en total desacuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo", echó a andar lo que unas décadas más tarde la señora Thatcher calificó como el Estado Robin Hood, es decir, el que robaba a los ricos para poder darles a los pobres y a los miserables.
    El régimen del general Lázaro Cárdenas amplió los distintos aspectos del Estado benefactor iniciado, con grandes problemas y mayores vacilaciones, por los gobiernos del general Calles y de los presidentes sujetos a su maximato. El Seguro Social, el fortalecimiento del sindicalismo, el concepto de la huelga concebida como un factor de equilibrio entre los factores de la producción, el Estado laico, la educación pública y gratuita y una especie de proletkult creado para promover la cultura académica y artística y para estrechar sus lazos con la popular, son algunos de esos aspectos de un Estado distribuidor del ingreso que muy pronto se malquistó con la gran empresa y se vio obligado a dar marcha atrás en algunas de sus conquistas, a hacer concesiones y, lo que es definitivamente grave, a abdicar en parte de sus obligaciones para con la justicia social. A pesar de los signos de los llamados nuevos tiempos, de la crítica neoliberal al Estado obeso y paternalista (patrimonialista le llamaban los críticos más sutiles), los regímenes de Ávila Camacho, Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos y Díaz Ordaz mantuvieron vivos e inclusive incrementaron los principales rasgos del Estado providencia. Echeverría y López Portillo no renunciaron a ellos, pero sus excesos los dañaron seriamente. El tono gris del neoliberalismo nos cubrió después y la tecnocracia, cifras frías en ristre, patrocinó la crítica despiadada del paternalismo y, daltónica y negada a la percepción de los matices, cantó las loas al libre mercado y entonó el réquiem para el Estado providencia, asesinado, según ellos, por sus propias contradicciones, por su bondad mal administrada y su propensión a caer en los sueños de la utopía.
    Esta breve historia tal vez –no lo sé de fijo– pueda facultarnos para festejar la sobrevivencia del Estado benefactor y para encomiar la aparición de un conjunto de libros que tienden a mejorar la cultura popular y que cumplen con creces un aspecto de las obligaciones de un instituto nacido bajo el signo del Estado de bienestar y mantenido en vida contra el viento y la marea del capitalismo salvaje y de la llamada "racionalidad tecnocrática".









Desarrollo estabilizador, reflexiones

Otra reflexión aparecida en el Diario Milenio sobre el Desarrollo Estabilizador 



¿Realmente se quiere impedir la restauración?

Joel Ortega Juárez




La casi eterna ilusión en el carácter nacionalista y revolucionario del Estado mexicano ha postrado a las izquierdas oficiales casi un siglo.
Paradójicamente tanto los que se agrupan en torno al PRD y aliados, como los que se mantienen en el PRI, defienden la fantasía de un “modelo” social, político y económico que transformó al país en urbano. Olvidando que eso ocurrió a nivel mundial en el siglo XX. Es como si alguien se asombrara de la aparición de bello púbico en la adolescencia. Es decir algo “natural” es considerado singular.
Todo el proceso de desarrollo de México en el siglo pasado, sirvió para construir un “modelo” de capitalismo voraz y autoritario que se tradujo en índices de bienestar, como la vivienda, el empleo, la salud, la educación, la seguridad social la distribución de la riqueza y la democracia, por debajo de países semejantes como Costa Rica, Chile, Uruguay, Argentina y Brasil. Incluso en los mejores días del “desarrollo estabilizador” y de la “sustitución de importaciones”, el “milagro mexicano” solo sirvió para imponer una desigualdad inmensa.
Con gran tenacidad el echeverrismo tardío defiende ese “modelo” y aparentemente combate al “neoliberalismo”; considera que todo funcionaba bien hasta 1983, cuando los “tecnócratas” dieron un “golpe técnico”.
Lo increíble es que esa “izquierda” estatista —cuyo ideólogo magistral es Vicente Lombardo Toledano, quien sigue ganado batallas después de muerto— ha logrado imponer esa visión a la gran mayoría del movimiento social. Ello explica la enorme influencia de AMLO y antes la de Cuauhtémoc Cárdenas y por supuesto la del general Lázaro Cárdenas.
Por décadas no les importó la democracia. Era un asunto de “la reacción”, el “imperialismo” y los comunistas “sectarios” y “provocadores”, “aliados objetivos” de los “enemigos de México”. Lo importante era defender los “logros de la Revolución mexicana”.
A pesar de la fe estatista y autoritaria, se fue gestando un movimiento autónomo que paulatinamente se comprometió con la lucha democratizadora y sembró las ideas de autonomía en el movimiento social y político.
La genética estatista del lombardismo y ahora del echeverrismo tardío han colocado la carreta delante de los bueyes.
Para derrotar a la restauración priista no basta combatir la corrupción y las trampas electoreras.
Solamente una opción antiestatista, libertaria y autónoma del Estado, de la ideología de la Revolución Mexicana, evitará la restauración.


Desarrollo Estabilizador 2


¿Incluir a los excluidos?
La imposible reconstrucción
del Estado benefactorRaúl Zibechi
La doble apuesta de los gobiernos progresistas de América Latina –eliminar la extrema pobreza y la exclusión social, y volver a un Estado social protector de los más pobres– choca con las tendencias mundiales desatadas en los últimos 30 años
Ilustración de Gabriela PodestáLA INSTALACION DE GOBIERNOS progresistas en dos poderosos países de la región, Brasil y Argentina, permitió albergar esperanzas de concretar el ansiado viraje que permitiera salir del desastre neoliberal, lo que debería concretarse en políticas que permitieran superar, a largo plazo, los elevados niveles de pobreza extrema y exclusión social existentes en ambos países. El hecho de tratarse de grandes Estados, que pueden aplicar cuantiosos recursos a resolver o mitigar la cuestión social, levantó una oleada de optimismo en toda la región.
A diferencia del gobierno de Néstor Kirchner, que mantiene la asistencia mensual a los desocupados (unos 150 pesos, poco más de 50 dólares), el presidido por Luiz Inácio Lula da Silva ha sido capaz de articular un completo y complejo programa, Hambre Cero, para asistir a los más pobres y tratar de resolver tanto la extrema pobreza como la exclusión. Hambre Cero, subtitulado como "una propuesta política de seguridad alimentaria para Brasil", es un proyecto elaborado por un conjunto de ong, sindicatos, organizaciones populares, movimientos sociales y especialistas, durante un año de trabajo, y entregado al debate público en octubre de 2001 por el Instituto de la Ciudadanía.1
Alcances y límites
El programa del gobierno de Lula consiste en la aplicación de políticas estructurales permanentes y políticas compensatorias de emergencia. El segundo aspecto persigue "la intervención del Estado, de modo de incorporar al mercado de consumo de alimentos a aquellos que están excluidos del mercado de trabajo y/o que tienen una renta insuficiente para garantizar una alimentación digna a sus familias". El objetivo final de la combinación de ambas políticas es "incluir a los excluidos, dado que el acceso a la alimentación básica es un derecho inalienable de cualquier ser humano".
Las políticas estructurales contempladas en Hambre Cero buscan disminuir la vulnerabilidad alimentaria mediante el aumento de la renta familiar, la disminución de la desigualdad en los ingresos y la universalización de los derechos sociales. Para ello se propone generar empleo y renta, la reforma agraria, la universalización de la previsión social, el incentivo a la agricultura familiar y el apoyo a la alfabetización. Las políticas de emergencia están centradas en un cupón de alimentación de 50 reales mensuales por familia (unos 15 dólares) durante seis meses, prorrogables a 18, la donación de cestas básicas, el combate a la desnutrición materno-infantil, ampliación de la merienda escolar y programas de educación alimentaria y para el consumo.
El programa propone además un conjunto de políticas locales para ser implementadas por los estados y los municipios con apoyo de la sociedad civil, que van desde la creación de restaurantes populares hasta la puesta en marcha de un banco de alimentos y la modernización de los equipos de abastecimiento. El objetivo es llegar a 44 millones de personas, 28% de la población del país. Se consideran muy pobres a las personas que tienen ingresos menores a un dólar diario, la mitad de las cuales se concentran en el nordeste, y las familias beneficiarias son aquellas que tienen un ingreso menor a medio salario mínimo.
Un primer balance muestra que hasta octubre fueron atendidas más de un millón de personas y se entregaron 490 mil cestas básicas; se comenzó la compra directa y anticipada de productos de la agricultura familiar y se amplió considerablemente la merienda escolar y la asistencia materno-infantil, entre otras.
Más allá de las críticas por la demora en poner en marcha el plan, el Laboratorio de Políticas Públicas (lpp) –de la Universidad del Estado de Río de Janeiro– señala que Hambre Cero no debería ser afectado por los objetivos macroeconómicos negociados con el fmi, que suponen un superávit primario de 4.25% del producto. Apunta además, y esto parece fundamental, que la descentralización de las acciones puede entrampar al programa en las "prácticas de corrupción y clientelismo" extendidas entre las elites locales, y que la fragmentación de las acciones puede redundar en "un refuerzo de las desigualdades" ya que "los más pobres son los que más necesitan y son los que menos capacidad de respuesta tienen". En paralelo, se critica que el programa selecciona "clientelas por corte de renta basadas en ‘líneas de pobreza’", sin considerar que la pobreza tiene "territorios definidos" y que no pueden reducirse sólo y principalmente a la cuestión de los ingresos. Por último, señala que no garantiza el acceso universal a la salud, la alimentación y la nutrición materno-infatil, que deberían ser considerados no como políticas focalizadas sino como derechos sociales básicos, sobre todo para un gobierno que se reclama progresista.


http://www.jornada.unam.mx/2003/12/14/mas-cara.html

sábado, 27 de octubre de 2012

Los Dos Mexicos (2)



Vergonzoso, que Calderón haya dado el Grito con un cerco militar: AMLO

Ciro Pérez Silva (Enviado)
Ampliar la imagenRosario Ibarra de Piedra acompañó en su recorrido a Andrés Manuel López ObradorRosario Ibarra de Piedra acompañó en su recorrido a Andrés Manuel López ObradorFoto: La Jornada

San Juan Bautista Cuicatlán, Oax., 16 de septiembre. En el Grito de Independencia en el Zócalo capitalino quedó claro que hay dos Méxicos, “el del pelele Calderón, rodeado de militares, y el de las mujeres y hombres libres que quieren un verdadero cambio en el país”, enfatizó aquí Andrés Manuel López Obrador, quien advirtió que “si nos quitaron la Presidencia, no nos van a quitar el derecho a la esperanza”.
López Obrador destacó que esta división que se dio en la plancha del Zócalo obedece a la presencia de un “gobierno usurpador” que tiene bajo su mando un “aparato burocrático, pero que no cuenta con el apoyo del pueblo”; un gobierno, dijo, sostenido por un aparato de fuerza y por los medios de comunicación, “principalmente por la televisión”.
Calificó de “vergonzoso” que haya tenido que darse el Grito de Independencia en la ciudad de México en medio de un cerco militar: “ya sólo falta que el pelele Calderón acuda a sus actos dentro de un tanque de guerra”, ironizó.
López Obrador cumplió aquí con la visita número 800 al mismo número de municipios del país, y lo hizo acompañado en esta ocasión de la senadora Rosario Ibarra de Piedra, quien tuvo a su cargo la arenga del 15 de septiembre en la otra mitad del Zócalo, “la que le dio la espalda a Palacio Nacional”, y del también senador Gabino Cué Monteagudo, quienes acompañaron al tabasqueño en una visita que le hizo en la cárcel ubicada en este municipio a Flavio Sosa, líder de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxcaca (APPO).
Luego del encuentro de apenas 15 minutos, López Obrador explicó que ambos senadores impulsan las negociaciones para que el juicio de Sosa se lleve a cabo en el marco que establece la ley.
Lamentó que los jueces hubiesen tergiversado las pruebas y frenado el proceso “de un luchador social, hoy un preso político, que no merece estar encarcelado; es ridículo lo que están haciendo las autoridades, y condenable lo que promovió el gobernador ladrón y autoritario, Ulises Ruiz, que hizo gala de su fama de represor y corrupto con el apoyo del pelele Calderón”.
Sostuvo que esta connivencia con Calderón es parte de los acuerdos a los que llegó el “gobierno usurpador con el PRI para asegurarse, a cambio de dar protección a Ulises Ruiz y al gobernador de Puebla, Mario Marín, el apoyo del tricolor a sus reformas legislativas, como se demostró en la aprobación del aumento a las gasolinas y todo tipo de enjuagues”.
López Obrador insistió en condenar la actitud de los jueces y la corrupción en la aplicación de la justicia en México, que sirve “para defender al poderoso, condenar a quien no tiene recursos para comprar su inocencia y castigar al inocente, al que lucha en favor del pueblo”.
El político tabasqueño comentó que Flavio Sosa se encuentra de buen ánimo, “porque sabe que éstas son situaciones a las que se debe enfrentar una persona que, como él, trabaja en favor de los mexicanos”.
En el cuarto día de gira por Oaxaca, López Obrador se reunió con los mixtecos de Santa María Texcatitlán, ante quienes mencionó la “aberrante conducta” de Felipe Calderón, “quien no logra legitimarse y tuvo que recurrir a cinco mil militares y a dividir con vallas el Zócalo de la ciudad de México para conmemorar un año más del inicio de la gesta de Independencia”. Fue un contraste, dijo, en el que se evidenció la existencia de dos Méxicos.
A los indígenas de la región de La Cañada les dijo que de este movimiento que encabeza y que lo ha llevado a visitar ya 800 municipios depende que se pueda sacar al país de la pobreza y la marginación.
Reiteró que es indispensable un cambio de fondo, porque no es posible continuar con la misma política económica que abandona a los productores del campo y lastima la economía de todos los mexicanos; volvió a mencionar a aquellos que “se dejaron engañar” en la pasada elección y votaron “por la palabra de un vil mentiroso como es el pelele Calderón”, y aseveró que esta lucha no es sólo por los mexicanos de hoy, sino por los que vienen detrás.
López Obrador continuará las próximas dos semanas una serie de visitas a diversos municipios de Puebla, así como con la promoción del empadronamiento de simpatizantes del “gobierno legítimo”, de los cuales se han credencializado poco más de un millón 600 mil en apenas seis meses de una meta establecida por el propio ex candidato pesidencial de cinco millones de afiliados, pues, según dijo, “ellos nos robaron la Presidencia de la República porque son unos ladrones, pero también porque nos faltaba organización y por eso la estamos haciendo desde ahora, con tiempo”.

http://www.jornada.unam.mx/2007/09/17/index.php?section=politica&article=009n1pol






Luis Villoro

Una sociedad escindida

Las elecciones del 2 de julio han comprobado un hecho: México está escindido. Escisión entre pobres y ricos, entre izquierda y derecha, entre los de arriba y los de abajo y en medio.
La división ha permanecido en los siglos XIX y XX. Los dos Méxicos subsisten. Es esta división radical la que ha hecho posible, en lo político, las campañas electorales sucias, plagadas de descalificaciones y aun calumnias contra el adversario. Pero es también esa división la que puede explicar cómo el sector privilegiado en lo económico y en lo social puede tratar de justificarse mediante la violencia verbal. Las recientes campañas ¿no son un signo claro de que perdura la división? ¿Cómo superarla entonces?
1. Un primer paso sería cobrar conciencia de nuestra realidad escindida, sin tapujos ni pretendidas justificaciones ideológicas. Por eso, en lo electoral, es urgente comprobar la validez de la elección con el cómputo voto por voto, como exige López Obrador. Sólo así podríamos los ciudadanos tener una mínima seguridad que justifique nuestra elección, sea cual fuere el ganador. Entonces podrían empezar a curarse las heridas que han dejado tanto una elección con sospecha de fraudulenta como una sucia campaña.
2. Pero esa primera condición, por obvia, no sería suficiente para empezar a superar los daños que causó la campaña. Pero las heridas producidas tienen una causa profunda: la persistencia de la desigualdad entre los dos Méxicos. Mientras no lleguemos a lograr el reconocimiento lúcido de la realidad escindida de nuestra sociedad, toda cura será vana.
3. La conciencia de la desigualdad entre los dos Méxicos debe darnos un grito de alarma. Tiene que conducirnos a la resistencia y aun a una lucha decidida contra aceptar una nación dividida entre pobres y ricos, entre privilegiados y excluidos. La resistencia cívica sería nuestra única defensa contra la división que se nos quiere imponer. La resistencia es el inicio de un camino que aminore la desigualdad.
4. Cualquiera que sea el vencedor en la contienda electoral tendrá que atender ese grito de alarma. No valen dilaciones. Es urgente tomar decisiones drásticas. Sólo así podría empezarse a abrir un camino para aliviar la desigualdad.
5. Si el vencedor es López Obrador podrá iniciarse una vía paulatina para luchar contra la división económica y social. Si, en cambio, el ganador fuera Calderón, sólo podemos esperar que logre vencer la tendencia de la derecha de oponerse a la desigualdad real ignorándola o incluso reprimiéndola. No habría lugar para componendas ni negociaciones. En ese caso se abriría un volcán imposible de apagar.
Se confirmaría entonces que la otra campaña sigue la única vía posible.


LOS DOS MEXICOS

En esta entrada publicaré algunas de las noticias, imágenes y  comentarios que me parecen interesantes para comprender el Discurso de "Los Dos Méxicos"



Prevenir o reprimir
Bernardo Bátiz V.
D
icen los bien pagados anunciadores del sistema, locutores, aprendices de locutor, intelectuales orgánicos y todos los interesados en que la situación que vive el país de injusticia y desigualdad continúe; dicen que no pueden tolerar que siga habiendo dos Méxicos, que ya basta, que ya se votó en favor de un candidato, el del neoliberalismo, y que no tenemos que hacer otra cosa más que cerrar filas y dejar de protestar; de lo contrario, a cualquiera que lo haga le puede pasar lo que hace unos días a los normalista de Michoacán y hace unos años a los habitantes de San Salvador Atenco.
Tienen razón, hay dos Méxicos, en lo que no la tienen es en diferenciarlos a partir de puntos de vista puramente formarles y con criterios y valores basados en el neoliberalismo, el afán de competir y la fe en las leyes del mercado; ciertamente está el México de ellos, de los poderosos que cuentan con los recursos económicos públicos y privados a su servicio y con las fuerzas armadas, listas para acallar protestas y protegerlos de todo mal y está el otro México, el del pueblo.
Una muestra de esta dicotomía la tuvimos precisamente en Michoacán con la represión violentísima a los jóvenes de las normarles rurales, todos ellos pobres, muchos indígenas y también casi todos de origen campesino. Fueron golpeados con salvajismo, atados de pies y manos como animales y encima de esto, les cayó todo el peso de publicidad oficial en su contra.
Por un lado, escuchábamos en los noticiarios que los muchachos actuaban con violencia, que eran turbas sin control y que se negaban entre otras cosas, a estudiar inglés y computación, por tanto, merecían lo que les pasara; sin embargo, lo que veíamos era totalmente distinto, las escenas grabadas por las cámaras nos mostraban muchachos que huían o se protegían y eran los policías quienes los apaleaban, pateaban y ataban.
Ese es un México, el México de los poderosos y violentos que aceptan que el proceso para convertirnos en un protectorado siga adelante; el gobernador de Michoacán y su policía local y el gobierno federal y su policía expresaban ante las cámaras de la prensa y de las televisoras cuál es su criterio para resolver problemas: la fuerza y la violación de los derechos humanos y mucha publicidad engañosa, para convencernos de que se está actuando bien, en contra de unos vándalos que no permiten que México avance, que llegue el turismo y los capitales extranjeros vengan a salvarnos.
Frente a esta actitud represiva y que prefigura lo que puede ser el próximo gobierno a punto de iniciarse, se encuentra una forma totalmente distinta de afrontar los problemas; el doctor Miguel Ángel Mancera, jefe electo del Gobierno del Distrito Federal, al participar en el Foro de la Democracia Latinoamericana, defendió la tesis contraria, reprimir como último extremo y excepción, esto es, aplicar el Código Penal como ultima ratio, pero fundamentalmente elevar la calidad de vida a los jóvenes y eventualmente abrir el debate sobre la legalización de las drogas, esto es, preferir la prevención sobre la represión. De paso, y al final del foro, que tuvo lugar en El Colegio de México, opinó que no sería necesario ver a los soldados patrullando las calles de la capital.
La opinión del doctor Mancera, quien ganó ampliamente el voto de sus conciudadanos, es una propuesta humanista para afrontar el clima de violencia que se ha extendido por casi todo el país y se pone francamente de lado del otro México, del que prefiere guardar distancia de la represión y del uso indiscriminado de la fuerza y opta por soluciones preventivas, oportunidades para los jóvenes, que si son rechazados por nuestros sistemas educativos y no encuentran empleo, pueden ser como él lo dijo, reclutadospor las organizaciones de los delincuentes.
Reprimir es atender los efectos de un Estado en que priman la desigualdad y la injusticia; prevenir es atacar el fenómeno de la delincuencia y la violencia antes de que estalle, acudiendo a las causas y no solamente apagando los efectos cuando éstos ya están causando graves daños a las víctimas, a la sociedad y aun a los victimarios, que cometen ilícitos, ciertamente con responsabilidad propia, pero también en respuesta a una sociedad que los acorrala y les cierra posibilidades.
Ahí están representados realmente los dos Méxicos, encarnados en dos gobernantes, uno, Fausto Vallejo, que vota por la dureza, las armas, la guerra y la dependencia del exterior a costa de sus propios gobernados, y otro, Miguel Ángel Mancera, que elige la reflexión abierta, la política, la prevención de los delitos atacando sus causas, opta por abrir escuelas y fuentes de trabajo y se inclina por la aplicación del derecho con respeto a las garantías de los gobernados. Esa es la verdadera disyuntiva, prevenir o reprimir, buscar nuestras propias soluciones basadas en la justicia y el humanismo o someternos a la guerra que desde fuera se nos pretende imponer.











sábado, 9 de octubre de 2010

El Colegio de Bachilleres. El orgullo gris.

Los títulos más raros son los que mas llaman la atención. ¿qué necesita nuestro Colegio?
Siempre he pensado en nuestra falta de competividad, como que somos una escuela de tercera y cada año lo parecemos más. Vivimos opacados por la ENP y la Vocacional, como si no tuvieramos una identidad, nadie trae una camiseta del CB, quizas algunos maestros, quizas algunos alumnos y más cuando mas estan en la escuela, pero parecemos una escuela del monton, sin distinción, sin personalidad, nos dicen los "basiquieres" no existe un orgullo de nuestra institución, parecemos un lugar de paso, como si vivieramos un eterno trámite, somos nosotros como un individuo gris, como si las rejas nos personalizaran, somos alumnos sin conciencia y maestros sin alma.
Somos lo heterogeneo de la ciudad, representamos lo mucho, pero no sabemos ser lo uno, lo unico.
Pero...
Pero nuestros egresados son nuestro orgullo, los de recien ingreso nuestro futuro y los de enmedio la promesa.
Yo quisiera que el orgullo lo fueramos todos, los egresados de la UNAM, de la UAM, del Poli, de la ENAH, de la Ibero y todas las demás, que somos los docentes; los estudiantes universitarios que salieron de nuestras aulas, los estudiantes, los directivos que serían los primeros en dar la bienvenida, que tambien pudieramos entonar un goya, por que somos preuniversitarios, no somos el fin del camino, porque somos el camino y nuestros esfuerzos el de todos, son nuestro sello, la marca de todos y nuestro orgullo.
Pediriamos mas actividades que nos den un Colegio de formación, que el Bachiller (que es un grado) se tal, motivo de satisfacción, de júbilo, que los que se van con el corazón tatuado, porque mis exalumnos, universitarios, tecnicos, trabajadores, amas de casa, padres, artistas o artesanos son hijos del CB y donde quiera que vayan llevan consigo lo mejor y lo peor, pero llevan esa educación que los hace sobreponerse, luchar y luchar porque esos son: luchadores que aprendieron en su Colegio.
¡Larga vida al Colegio de Bachilleres!

viernes, 7 de diciembre de 2007

Jose Lopez Portillo (1976 - 1982)

José López Portillo y Pacheco (16 de junio de 1920 – † 17 de febrero de 2004) fue el sexagésimo octavo presidente de México, entre 1976 y 1982. En su gestión, se sucedieron hechos tan trascendentes como la concertación y aplicación de la reforma política inicial para democratizar al país, la primera visita del Papa Juan Pablo II y, en apenas un par de años, el más impresionante crecimiento de la economía nacional en su historia y una de sus más dramáticas caídas en el contexto de la crisis internacional de los precios del petróleo.
Orígenes
De antepasados paternos procedentes de la pequeña localidad española de Caparroso, en Navarra (algo que exaltaba con frecuencia), nació en la Ciudad de México en el seno de una familia de políticos e intelectuales. Su abuelo, José López Portillo y Rojas, se distinguió como escritor en el siglo XIX, fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y diputado, senador, gobernador y ministro durante el Porfiriato y el periodo golpista de Victoriano Huerta. Su padre, José López Portillo y Wéber (de quien siguió en su juventud el consejo de no ir tras el poder, pues pensaba que "Los defectos de un hombre honrado son las cualidades de un político") se dedicó a los campos de la milicia, la historia y las letras, contrayendo matrimonio con Refugio Pacheco.





Trayectoria académica y política
Egresó como abogado de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1946 y como doctor en Derecho en 1950. Contrajo primeras nupcias con Carmen Romano y del matrimonio nacieron tres hijos: José Ramón, Carmen Beatriz y Paulina. Entró al servicio público hasta 1959 de la mano del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la organización que durante la mayor parte del siglo XX dominó de manera absoluta la vida política mexicana, animado por el ideario y carisma del entonces presidente Adolfo López Mateos. Tras ser litigante, catedrático de la UNAM (donde heredó la asignatura de Teoría General del Estado de Luis Echeverría, su íntimo amigo de la adolescencia, y fue maestro de quien le relevaría en la Primera Magistratura, Miguel de la Madrid), profesor fundador del Doctorado en Ciencias Administrativas de la Escuela Superior de Comercio y Administración del Instituto Politécnico Nacional en 1961 y de escalar jerarquías en el Gobierno Federal pasando por la Secretaría del Patrimonio Nacional, la Oficina de la Presidencia de la República y la dirección de la Comisión Federal de Electricidad, logró hacerse de la cartera financiera del país al ocupar el puesto de secretario de Hacienda de 1973 a 1975, quebrando la norma no escrita de que la economía nacional se definía por su titular en turno (un hombre avezado en las finanzas estatales y guiado por criterios mayoritariamente técnicos), al poner la dependencia al servicio de las conveniencias y decisiones políticas del presidente, pues López Portillo carecía de experiencia en dicha rama, ostentando como verdadera credencial su proximidad personal con Echeverría, quien declararía sin tapujos y con dedicatoria a los empresarios, con quienes mantuvo una pésima relación, la famosa frase: "En mi gobierno, la política económica se decide en Los Pinos".

Llegada y ejercicio del poder
En aquellos años, los mandatarios emanados de su partido escogían personalmente a su sucesor, y López Portillo fue la opción del presidente Echeverría, de nuevo haciendo valer su añeja amistad y rompiendo también con los pronósticos de que el secretario de Gobernación era el elegido natural, quedándose en el camino Mario Moya Palencia. Los siguientes meses López Portillo realizó el correspondiente proselitismo bajo el lema "La solución somos todos", pero sin adversario alguno, pues el único partido verdaderamente opositor con registro, el derechista Acción Nacional (PAN), no presentó abanderado debido a fuertes divisiones internas, y la izquierda, aglutinada en el proscrito Partido Comunista Mexicano (PCM), en las universidades públicas y en guerrillas urbanas o rurales (que por la comisión de actos criminales se forjaban y crecían en la clandestinidad) permanecía en general no sólo ajena, sino contraria a las instituciones. No contando con otro espacio que el de lo testimonial, el PCM lanzó a uno de sus líderes, el sindicalista Valentín Campa, quien obtuvo casi un millón de votos, los cuales, aún sin ser válidos, denunciaron una evidente incongruencia del esquema político-electoral imperante. De esta circunstancia se desprendió la obra que, en perspectiva, sería la mayor aportación de López Portillo al país en su gobierno: la Reforma Política de 1977, orquestada por su secretario de Gobernación, el reputado político, intelectual e historiador Jesús Reyes Heroles, la cual representó el primer avance fehaciente para que México transitase de un régimen de partido hegemónico a uno de pluripartidismo y poder compartido.
Rodeado de la polarización y el desorden legados por la administración de Luis Echeverría, el 1 de diciembre de 1976 José López Portillo tomó posesión como presidente de México y pronunció un impecable discurso que le ganó apoyos y confianza por su interés conciliatorio y el abandono de la retórica demagógica y grandilocuente que privó en todo el sexenio anterior. Su proyecto de gobierno se dividía en tres partes: dos años de recuperación, dos de consolidación y dos de crecimiento acelerado, y para lograrlo urgía a superar las discrepancias y avanzar: "Hagamos una tregua inteligente para recuperar nuestra serenidad y no perder el rumbo [...] podemos hacer de nuestra patria un infierno o un país donde la vida sea buena". Enseguida, pidió perdón a los desposeídos y marginados por los años de rezago y demandas sin atender desde el Estado, y empeñó su palabra en "sacarlos de su postración", bordando así uno de los momentos de sensibilidad y tino oratorio más recordados en el devenir político contemporáneo.
Empero, los primeros tiempos se enrarecieron por los rumores sobre el abierto activismo del ex presidente Echeverría (recogidos y amplificados por Reyes Heroles, quien sostenía una sabida rivalidad con el ex titular del Ejecutivo), pues mediante su Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo y la presencia de estrechos colaboradores impuestos en el gabinete lopezportillista y en el Poder Legislativo buscaba seguir incidiendo en la política interior del país, violando otra pauta básica del predominio presidencial de la época, misma que exigía de los mandatarios en retiro su lejanía sin cortapisas del quehacer público, lo cual obligó a López Portillo a prescindir de algunos personajes, como Porfirio Muñoz Ledo en la cartera de Educación, y a designar finalmente a Echeverría como embajador ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1977, lanzando así un contundente mensaje.
En lo financiero, la situación era difícil en general, dado que apenas unos días antes de entrar en funciones se realizó una de las devaluaciones más severas que el país hubiese vivido hasta esas fechas y se había firmado un pacto con el Fondo Monetario Internacional en el que el gobierno se obligaba a ejercer un presupuesto reducido y a mantener bajos los salarios. Constreñido por los malos manejos de su antecesor y ante aquellas disposiciones, López Portillo se mostró prudente en cuanto a gasto e inversiones se refería, pero todo cambiaría cuando los países árabes interrumpieron la venta de petróleo a Estados Unidos y a Europa Occidental por el apoyo brindado a Israel. Esto, junto al descubrimiento de nuevos yacimientos en Chiapas, Tabasco y de la rica Sonda de Campeche catapultó a México como primer exportador de crudo, lo que logró que el Producto Interno Bruto se elevara a un 8% anual y que la tasa de desempleo se redujera en un 50%. "México, país de contrastes, ha estado acostumbrado a administrar carencias y crisis. Ahora [con] el petróleo en el otro extremo, tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia"[1] , fue el reto y promesa a la vez que el presidente acuñó e hizo patente a la sociedad ante la inesperada jauja, aderezando las buenas nuevas con una perla del egocentrismo que se apoderó de él y de su gobierno a partir del espectacular crecimiento económico: "Soy la última oportunidad de la Revolución".

Logros en el exterior
En el plano internacional, organizó la Cumbre Norte-Sur en la ciudad de Cancún en 1981 para promover el diálogo entre los países del Primer y Tercer Mundo; buscó una solución digna a los conflictos bélicos centroamericanos (lo que no fue bien visto por los Estados Unidos); retiró el reconocimiento de México al gobierno republicano español en el exilio y marcó una nueva etapa a través del comienzo de relaciones diplomáticas con el régimen encabezado por el Rey Juan Carlos I y presidido por Adolfo Suárez en 1977, a dos años del fin del Franquismo, enviando como embajador al ex mandatario Gustavo Díaz Ordaz; auspició la venida del Papa Juan Pablo II en enero de 1979, luego de décadas de lejanía con el Vaticano, autorizando el oficio de una misa al aire libre transmitida inéditamente por televisión; y fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 1981 por sus esfuerzos en la materia.
Los excesos
Sin restar relevancia a los anteriores aciertos, conforme avanzaba el sexenio la excentricidad, el despilfarro y el influyentismo se apoderaron del mandato de López Portillo. Olvidándose de su investidura, el presidente obligó a que la gira papal hiciera una parada en la Residencia Oficial de los Pinos con el objeto de que Su Santidad celebrara la liturgia en exclusiva para su madre, contestando a sus detractores que "pagaría de su bolsillo" las sanciones administrativas previstas por violentar la laicidad de un espacio del gobierno y subestimando los problemas evidentes por la inexistencia de relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano; su esposa, mujer de arrogancia y desplantes acreditados, tomó en sus manos la política cultural del Estado sin experiencia alguna y ordenó, por ejemplo, que se integrara una orquesta sinfónica especial, la Filarmónica de la Ciudad de México, para dar a conocer sus dotes de pianista con temas del grupo Mocedades; su hija Paulina debutó como baladista juvenil y fue apoyada para que alcanzara el éxito; pero lo más delicado es que nombró en importantes cargos a familiares directos, vanagloriándose además de ello, en especial de José Ramón, su primogénito, quien se desempeñó como subsecretario de Programación y Presupuesto ("Es el orgullo de mi nepotismo", llegó a exclamar). Otros beneficiarios fueron su hermana Alicia, que fungía como su secretaria particular; su hermana Margarita, designada directora de Radio, Televisión y Cinematografía de la Secretaría de Gobernación (temida y odiada por su actitud caprichosa y altanera frente a dueños de medios, creadores, productores y directores que la acusaron de valerse de conductas gangsteriles para alcanzar su objetivos y herir de muerte a la industria de la pantalla grande, apodándole la "pésima musa" como burla por su admiración hacia la Décima Musa, Sor Juana Inés de la Cruz, y sus malhadados esfuerzos por hacerse reconocer como escritora y guionista de películas); y su primo Guillermo, convertido en presidente del entonces llamado Instituto Nacional del Deporte.
En la misma tesitura Arturo Durazo Moreno, un amigo de la niñez, fue elevado a director del Departamento de Policía y Transito del Distrito Federal, desde donde además de ser hecho General de División sin pasar jamás por el Ejército y condecorársele con el Doctorado Honoris Causa del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal sin antecedentes de preparación universitaria o práctica legal alguna, auspició el cohecho y la tortura entre los cuerpos que dirigía y se enriqueció escandalosamente acumulando autos, bienes y mansiones como "El Partenón", una estrafalaria casa de playa inspirada en el mítico monumento griego levantada en la bahía de Zihuatanejo con discoteca y aeródromo incluidos, la que una vez decomisada luego de aprehender a Durazo en 1984 no ha podido ser vendida por su mal gusto, elevado monto e identificación como emblema de lo peor de aquella época.
El desastre de la economía
En materia económica su administración se caracterizó, sobre todo después de la primera mitad, por tomar decisiones arbitrarias y financieramente ineptas que detonaron la crisis más severa en la historia de México desde la época revolucionaria, no sólo repitiendo, sino exponenciando los errores del periodo echeverrista. El gobierno, obnubilado por las ganancias del oro negro y la euforia de los mercados, guardó los propósitos de inicio en un cajón y tramitó con la banca extranjera una pléyade de préstamos irreflexivamente para sufragar la exploración e infraestructura de explotación de los depósitos petroleros; puso en marcha proyectos de desarrollo condenados al fracaso por su pomposidad y precipitada preparación (la Alianza para la Producción, el Plan Global de Desarrollo, el Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados, el Sistema Alimentario Mexicano, etc.); y fomentó una obesa burocracia al crear nuevas secretarías de Estado, multitud de organismos y adquirir y participar en empresas al por mayor, lo que junto a una corrupción galopante terminó no sólo por reducir a cero los beneficios del petróleo (calculados en cien mil millones de dólares entre 1978 y 1981[2] ), sino por multiplicar la deuda externa ante el aumento de las tasas de interés, añadiéndose intrigas palaciegas rumbo a la determinación de la candidatura presidencial del PRI traducidas en falsos diagnósticos de la situación que obstaculizaron la baja aconsejable del precio del barril de crudo para su venta a distintos países cuando su oferta rebasó a la demanda, siendo el chivo expiatorio Jorge Díaz Serrano, director de Petróleos Mexicanos (PEMEX) y fuerte aspirante al Ejecutivo.
Con respecto a la moneda, el peso fue tardíamente devaluado en alrededor de un 400% como producto de un episodio más de la negligencia personal de López Portillo ("Presidente que devalúa, se devalúa", pontificaba). En el marco de la VI Reunión de la República, el 4 y 5 de febrero de 1982, juró defenderlo "como perro"[3] frente a la envestida que sufría de los "enemigos" de la patria, pero para el 18 de febrero de 1982 la Secretaría de Hacienda se vio forzada a declarar la moratoria de pagos y a devaluar el circulante de 28.50 a 46 pesos por dólar, frenándose en 70 pesos sólo después de imponerse el cierre del mercado cambiario para atajar la escalada, la que inclusive sobrepasaría los cien pesos por cada billete verde.
El 1 de septiembre de 1982, día de su último informe de gobierno, habría de encarar a la ciudadanía para anunciarle el caos. Culpó de la debacle a los banqueros y a los "sacadólares", no admitió tener que ver en el hundimiento financiero del país ("Soy responsable del timón, pero no de la tormenta") y, de un plumazo, nacionalizó la banca y decretó el control de cambios, más en el tenor de una rabieta desesperada, de un golpe de efecto, que en el de medidas sopesadas y necesarias, lo que se vislumbró en su argumentación: "Ya nos saquearon. México no se ha acabado. ¡No nos volverán a saquear!". En los siguientes años los resultados de dichas ocurrencias (cuyo costo al erario por los conceptos de compra e indemnización del entramado bancario se estimó en unos tres billones de pesos) fueron más que funestos, como se patentizó al poco tiempo con el apogeo de una banca paralela encubierta en casas bursátiles e instituciones financieras diversas que incentivaron la especulación, con la negligente reprivatización bancaria que puso otra vez a la nación a un paso de la ruina a mediados de la década de los noventa, y con el abuso y fracaso del Fondo Bancario de Protección al Ahorro, que en su reestructuración como deuda pública, pactada legislativamente desde 1998, absorbe a la fecha enormes cantidades presupuestarias.
Luego, al recordar a los desposeídos y marginados, aquellos a quienes en su primer mensaje como mandatario había pedido perdón, José López Portillo lloró frente a millones de mexicanos y golpeó impotente con su puño el atril del Congreso de la Unión, aceptando al menos su "responsabilidad personal" al fallarles; un despliegue histriónico que conmovió a muy pocos, enfureció a los más y fue motivo de parodias y burlas para poner punto final a seis años de expectativas tan altas como su frustración que completaron, sumados a los del periodo de Luis Echeverría, la coloquialmente denominada "docena trágica" del populismo (en un juego de palabras que evocaba a la Decena Trágica: diez días de asesinatos e inestabilidad en febrero de 1913 que concluyeron con la renuncia y el fusilamiento del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez). Amén de lo peyorativo de la comparación, con estas dos administraciones fue evidente para la opinión pública, los empresarios, la comunidad internacional, la Iglesia e incluso para buena parte de la clase priísta lo peligroso y lo imposible que resultaría por mucho tiempo más dejar el destino del país bajo el criterio de un solo hombre. Desde entonces y echando mano de la misma reforma política que López Portillo estimuló (aún con todas sus carencias y frenos que, con los años, se han superado), el cambio gradual de los cimientos del sistema de poder en México, la pérdida de fuerza del partido oficial y el crecimiento de una oposición que penetraría con ímpetu firme en los distintos niveles del Estado ya no se detuvieron, todo ello alentado siempre por una sociedad justificadamente molesta y cansada.

[editar] La sucesión presidencial
José López Portillo dejó la presidencia el 1 de diciembre de 1982. Durante el año previo y luego de ir descartando aspirantes de entre los más próximos de su equipo, se aprestó a cumplir con el ritual sucesorio priísta y fijó su criterio de selección en dos nombres: si el panorama nacional requería de un personaje con mayor bagaje político, el escogido sería el entonces dirigente nacional del PRI, Javier García Paniagua; sin embargo, si las circunstancias sugerían un perfil diestro en sortear dificultades financieras, la candidatura le correspondería a su secretario de Programación y Presupuesto, Miguel de la Madrid. Ante la severa crisis, este último fue el elegido, no sin la molestia expresa de García Paniagua, el cual debió ser sustituido de la conducción de la campaña electoral desde el partido por Pedro Ojeda Paullada, apartándose definitivamente del primer plano del poder hasta su muerte. Para la organización tantos años gobernante, esta postulación abonó notablemente en el cambio de su curso histórico, ya que el sustento ideológico y práctico desde su fundación, el nacionalismo revolucionario (nutrido de los logros de la gesta de 1910, del corporativismo y de la necesidad de un Estado con amplias facultades para luchar contra la desigualdad social, manejado por políticos disciplinados que recorrieran los escalafones del PRI y de la burocracia) fue gradualmente remplazado por la tecnocracia y sus hombres, generándose reacomodos y rupturas importantes para su futuro y el de México.
En efecto, De la Madrid era un destacado abogado formado en el Banco de México con experiencia en materia económica y el primero de una lista de gobernantes en adelante en el país con una visión orientada al mercado y estudios de posgrado realizados en prestigiadas universidades estadounidenses, como las de Harvard o Yale, en consonancia con los dictados de aquellos tiempos, tendientes al neoliberalismo y la globalización y marcados por líderes defensores del aperturismo y la desregulación como Margaret Thatcher o Ronald Reagan.

El desprestigio
Alejado de la arena política, se dedicó a escribir su biografía y otros libros con mediano éxito, probando suerte también con una marca propia de tequila, "Don Q", promocionada con su foto vestido de charro en la etiqueta. Tras vivir en el sexenio tórridos romances, entre ellos el más sonado con su secretaria de Turismo, Rosa Luz Alegría, se mudó con su familia a una fastuosa fortaleza de cuatro mansiones (una para él y las restantes para cada uno de sus hijos) en los suburbios de la capital mexicana bautizada popularmente como "La Colina del Perro" (en alusión a su citada defensa del peso), situada en un terreno de 122,000 metros cuadrados obsequiado por su amigo Carlos Hank González, un humilde profesor de primaria transformado en pocos años en acaudalado empresario y servidor público que fue regente capitalino a lo largo de su gestión y cuya frase favorita era "Un político pobre es un pobre político". En cada residencia se instalaron dos mil metros cuadrados de alfombra importada, tapices de seda, domos corredizos y amplias terrazas con acabados de maderas preciosas. Además, en la casa principal se adaptó un sistema de aire acondicionado especial para preservar la humedad de la biblioteca personal de López Portillo, estimada en unos 30,000 tomos, y se erigió una cúpula-observatorio.
No conforme con esto, el ex presidente se hizo de una barranca en la exclusiva zona de Chapultepec, punto neurálgico del Distrito Federal. Allí, en un conjunto arquitectónico de aires moriscos y granadinos edificado sobre un área de ocho mil metros cuadrados, les construyó residencias a su madre y a sus hermanas Alicia y Margarita, y no dudó en aceptar como regalo una mansión de descanso de tres mil metros cuadrados, "Villa Marga Mar", localizada en la playa de Pichilingue, en la bahía acapulqueña de Puerto Marqués, cortesía de Joaquín Hernández Galicia "La Quina", corrupto ex líder sindical de PEMEX, "como expresión de gratitud del gremio petrolero por el apoyo que desde Los Pinos se dio a la industria petroquímica".
La oprobiosa riqueza de López Portillo provocó que el afamado abogado constitucionalista Ignacio Burgoa lo denunciara ante la Procuraduría General de la República por el delito de peculado en contra de la nación mexicana, mientras que la fracción del PAN en la Cámara de Diputados propuso la creación de una comisión para investigarlo y el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) insistió por meses en los indicios del uso de fondos del Gobierno Federal para constituir todas sus propiedades. Cercado por dichos ataques y por los varios reportajes en su contra; las burlas, a veces excesivas, de los caricaturistas; la promesa de "renovación moral" del presidente De la Madrid, sólo eficaz para encarcelar a funcionarios del pasado sexenio; y un repudio generalizado de la población hacia el ex mandatario y sus parientes, éstos optaron por pasar largas temporadas en el extranjero.

[editar] Últimos años
Divorciado de Carmen Romano luego de dejar el poder (de la que estaba separado de hecho desde que le eligieron presidente y no escapó de ser presa de las murmuraciones al asegurar el periodista y diplomático Manuel Ávila Camacho que su deceso, en mayo del 2000, se produjo por causa del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida según se lo había platicado el ex presidente, de quien se decía amigo, lo cual abrió una nueva controversia mediática contra la familia acallada con la sentencia a su favor resultante del juicio promovido por injurias y daño moral), en 1995 se unió civilmente a la vedette Sasha Montenegro, con la que vivía hacía varios años y tenía dos hijos: Nabila y Alejandro. Transcurrido un mes de la muerte de su primera mujer, celebrarían la boda religiosa.
En los medios de comunicación el nombre de López Portillo no cesó de causar revuelo esporádicamente, ya por la salida a la luz pública de una hija nacida en los años ochenta; por el suicidio de un adolescente en la Unión Americana que era hijo ilegítimo de su vástago José Ramón; por los altercados y alardes de prepotencia de alguno de sus nietos en exclusivas discotecas; por los intentos de expropiar los terrenos de la capital del país en Chapultepec o los del Centro Histórico donde se halla la Universidad del Claustro de Sor Juana (un centro privado de estudios humanísticos administrado por su hija Carmen Beatriz), los cuales, se acusa, fueron irregularmente cedidos por instrucciones del ex presidente a su familia mientras ostentaba el poder, debiendo formar parte del dominio público, pues en ellos vivió la importante literata colonial en cuyo honor el espacio educativo lleva su nombre; o bien por la valoración histórica de su gobierno, concurrente con la creciente libertad de expresión que México conquistó a partir de los años ochenta, soliéndose encontrar el cenit de los vicios del antiguo sistema político y las causas de las dificultades económicas nacionales actuales en su presidencia.
Su etapa final fue penosa. Víctima de los estragos de la diabetes y de las secuelas de una embolia sufrida en 1996, fue protagonista de más problemas legales: primero, por la demanda que interpuso en contra de la periodista Isabel Arvide al insultar a su cónyuge y cuestionar la paternidad de sus hijos menores en un artículo, la cual ganó; y después en razón del forcejeo por la propiedad de su residencia en "La Colina del Perro" y de algunos otros bienes entre sus descendientes con la señora Romano y su segunda esposa, de la que se divorció en medio de estruendosas y amargas revelaciones un par de años antes de morir, instalándose con su hermana Margarita. Así, a la edad de 83 años y víctima de una complicación cardiaca generada por la neumonía que le había enviado al hospital, José López Portillo falleció en la Ciudad de México el martes 17 de febrero de 2004 a las 20:15 horas. Sus restos descansan en el Panteón Militar del Distrito Federal.


Wikipedia





Secreto

COSAS NUESTRASJorge Villegas


Inventaban que el presidente López Portillo se había apersonado en un banco suizo.
Exigió que le mostraran la lista de depositantes mexicanos.
Le dijeron que eso era imposible. Que las cuentas eran secretas.
¿Y si les muestro esta carta de la ONU, exigiendo verlas?
Pues tampoco. La ONU no tiene jurisdicción sobre la banca suiza.
¿Y si el Papa mismo emite una encíclica exigiendo cuentas claras?
Respetamos al Pontífice pero no le vamos a obedecer.
¡Me convencieron!, dijo don José, guárdenme estas maletas rellenas de dólares.